May 16
Observatorio
por
La Reacción

CAMBIO CLIMÁTICO: DATOS, NEGACIONISMO Y ACCIÓN URGENTE

Los glaciares se derriten, los incendios arrasan, las sequías se intensifican. Los informes científicos son cada vez más alarmantes. Y, sin embargo, seguimos discutiendo si hay que hacer algo. Seguimos esperando “más pruebas”. Seguimos actuando como si el colapso fuera una metáfora, y no una realidad que ya empezó.

El cambio climático no es un problema del futuro: es una crisis del presente. Pero se lo trata como una cuestión técnica, lejana, compleja. Mientras tanto, las emisiones aumentan, los acuerdos internacionales fracasan, y la acción concreta sigue siendo marginal.

Desde La Reacción, creemos que el clima no solo cambia: también cambia nuestra forma de ver el mundo. Y que ese cambio de mirada es urgente. Porque no se trata de salvar al planeta: se trata de decidir qué tipo de sociedad queremos construir. Y para eso, lo primero que hace falta es una reacción.

El clima no miente: los datos están, la voluntad no

El cambio climático no es una catástrofe natural: es una consecuencia política. No fue causado por la humanidad en abstracto, sino por un modelo de producción y consumo que tiene responsables concretos. Las grandes petroleras, las industrias extractivas, los sistemas agroindustriales intensivos. Todos ellos sabían lo que pasaría. Y eligieron seguir.

Los informes del IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático) lo dicen con claridad: la quema de combustibles fósiles, la deforestación masiva, la ganadería industrial y la urbanización sin control son las principales causas del calentamiento global. Pero a pesar de esa evidencia, los cambios estructurales siguen sin llegar.

¿Por qué? Porque hay intereses. Porque hay lobbies que invierten millones en sembrar dudas. Porque hay gobiernos que prefieren subsidios a petroleras antes que políticas de transición justa. Porque hay medios que aún presentan el cambio climático como “opinión”. Como si la física atmosférica dependiera de creencias.

Y mientras tanto, quienes menos contribuyeron a la crisis son quienes más la sufren: comunidades rurales, pueblos originarios, habitantes de zonas costeras, trabajadores precarizados, migrantes ambientales. El mapa de la crisis climática se parece demasiado al mapa de la desigualdad.

Desde La Reacción, sostenemos que el primer paso para enfrentar el cambio climático es dejar de tratarlo como un debate abstracto. Es nombrarlo como lo que es: una forma de violencia global, sistemática y profundamente injusta. Y frente a eso, no alcanza con conciencia. Hace falta decisión. Hace falta política. Hace falta reacción.

Negar, demorar, disfrazar: las estrategias de la inacción

El negacionismo climático no siempre se presenta como rechazo frontal a la ciencia. A veces se disfraza de escepticismo. De "prudencia". De “no hay que ser alarmistas”. Es un negacionismo más sofisticado, que no niega los síntomas, pero cuestiona el diagnóstico. Que no rechaza los datos, pero siembra sospechas. Que no discute con argumentos, sino con estrategias de distracción.

Los grandes responsables del colapso climático ya no pueden negar lo obvio. Pero encontraron otra forma de frenar el cambio: el greenwashing. Es decir, maquillar de verde lo que sigue siendo insostenible. Campañas publicitarias que muestran osos polares mientras continúan extrayendo petróleo. Bancos que financian energías limpias mientras invierten en fracking. Gobiernos que firman acuerdos pero no los cumplen.

Esta estrategia es peligrosa porque genera una ilusión de acción. Se promueve el reciclaje individual mientras se ignora la responsabilidad corporativa. Se celebra la compensación de carbono mientras se siguen desmontando bosques. Se alienta el consumo “responsable” sin modificar las estructuras que lo hacen inevitable.

Incluso en los medios de comunicación, el tratamiento del tema suele ser superficial, episódico, descontextualizado. Se habla del clima cuando hay una catástrofe, pero no se explican sus causas. Se informa sobre “eventos extremos”, pero no se nombran los modelos que los producen. La crisis se convierte en espectáculo, no en agenda.

Desde La Reacción, no vamos a disfrazar el problema. Vamos a ponerlo en el centro. Porque no se trata de sembrar pánico, sino de asumir responsabilidad. Porque cada año de demora es una vida menos, un ecosistema más colapsado, una oportunidad menos de construir otro mundo.

Y porque frente a los que maquillan el desastre, necesitamos decirlo sin vueltas: esto es inaceptable.

Y lo inaceptable se enfrenta. Se denuncia. Se reacciona.

Desde abajo y con las manos: el clima también se defiende en comunidad

Frente a la parálisis institucional y la hipocresía corporativa, miles de personas en todo el mundo están construyendo otra respuesta. Una respuesta que no espera cumbres internacionales ni financiamiento extranjero. Una que no se mide en promesas, sino en prácticas. Desde abajo. Desde el presente. Con criterio, no con slogans.

Son pueblos originarios que defienden sus territorios frente al extractivismo. Cooperativas agroecológicas que producen sin venenos. Redes de consumidores que priorizan lo local, lo justo, lo sustentable. Son jóvenes que se organizan en Fridays for Future, en Extinction Rebellion, en asambleas barriales que no dejan pasar un solo desmonte más.

También son investigadores que trabajan en energías limpias sin patentes abusivas. Arquitectos que piensan viviendas bioclimáticas. Activistas que denuncian a las multinacionales del agronegocio. Educadores que enseñan que la ecología no es solo reciclar, sino repensar cómo habitamos el mundo.

Estas acciones no son accesorias: son el corazón de la transición. Y lo son precisamente porque no idealizan lo verde, sino que problematizan lo estructural. Porque entienden que el cambio no será real si no es también social, político, cultural. Y porque no buscan salvar un planeta abstracto, sino transformar una realidad concreta que excluye, envenena, despoja.

Desde La Reacción, creemos que ahí está la esperanza: en lo que ya está en marcha. En las luchas que no salen en los medios pero sostienen el aire, el agua, el suelo. En las comunidades que no firmaron el Acuerdo de París, pero lo cumplen todos los días con sus cuerpos.

Porque no hay ecología sin justicia.

Y no hay justicia sin reacción.

El futuro no se espera: se defiende

La crisis climática no es una amenaza abstracta. Es una cuenta regresiva. Y cada día que pasa sin una acción clara es un día más que hipotecamos del futuro. No se trata solo de cambiar hábitos individuales. Se trata de cambiar estructuras colectivas. De cuestionar privilegios. De redefinir prioridades.

Porque no podemos seguir hablando de crecimiento infinito en un planeta finito. No podemos seguir premiando la extracción y castigando el cuidado. No podemos seguir aceptando que el confort de unos pocos valga más que la vida de millones.

Pero tampoco podemos caer en el cinismo paralizante. En el “ya es tarde”. En el “no se puede hacer nada”. Porque mientras haya quienes planten un árbol, defiendan un río, bloqueen una minera o escriban un artículo como este, el colapso no es inevitable.

Desde La Reacción, no creemos en un futuro prometido. Creemos en un presente que se pelea. Que se construye. Que se cuida. Porque el planeta no necesita que lo salvemos: necesita que dejemos de destruirlo. Y para eso, hay que tomar partido.

Entre el colapso y la reacción, elegimos reaccionar.

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