Jul 1
Política
por
La Reacción

NO LA PUEDEN ENCERRAR: EL PUEBLO YA VOLVIÓ

En el arte de la guerra política, subestimar a un adversario puede ser peor que perder una batalla. Y si hay algo que el dispositivo judicial-mediático del actual oficialismo pareciera no haber comprendido es que una figura como Cristina Fernández de Kirchner no se borra con una sentencia, ni con una tobillera electrónica. Muy por el contrario: la convierte en emblema. En espejo de una historia mayor. En catalizadora de una memoria resistente.

La reciente condena a seis años de prisión a la ex presidenta, ejecutada bajo arresto domiciliario, desató un proceso que no tiene como eje la figura individual, sino el retorno de una identidad colectiva que había sido proclamada muerta. Lo que pareció el acto final se volvió acto fundacional. El peronismo, una vez más, regresó por donde no lo esperaban: por las calles.

Cristina en casa, el pueblo en la plaza

En lugar del efecto disciplinador que esperaban los arquitectos de esta maniobra, la escena fue otra: una vigilia espontánea frente al domicilio de CFK, columnas que se autoconvocaron desde el conurbano profundo y el interior del país, una Plaza de Mayo colmada, y la consigna que reescribió la narrativa del momento: "No la pueden encerrar. El pueblo ya volvió".

Cristina, con tobillera y todo, habló desde la dignidad. No desde la víctima, sino desde la historia. Consciente de que la proscripción es un lenguaje viejo, y que el intento de confinarla a una escena final la proyecta hacia algo más poderoso: la escena mítica.

El regreso de lo reprimido

Lo que brotó en la calle no fue sólo apoyo a una dirigente, sino una reemergencia simbólica. Una generación que no vivó el '45 ni el bombardeo del '55, pero que está empezando a entender en carne propia de qué se trata la proscripción. Y que sabe bailar mientras resiste.

La escena de una mujer octogenaria dialogando con un mecánico joven sobre estribos, carburo y dedos amputados sin obra social es más que una anécdota: es pedagogía de clase. Es archivo viviente. Es política de la memoria desde abajo.

El miedo cambió de bando

Ni los jueces se animaron a concretar el traslado a Comodoro Py. La opción por una notificación virtual, evitando el cadalso mediático y la marcha que se venía, fue el primer gesto de pánico institucional. La justicia también lee el clima de época.

Las medidas impuestas (tobillera, restricciones de visita, prohibición de saludar desde el balcón) fueron tan absurdas que debieron retractarse en parte. La imagen de una líder popular saludando a una multitud feliz no encaja en el guion punitivo que intentan escribir desde los medios.

El retorno de lo real

La frase de Cristina fue clara: "Podrán encerrarme a mí, pero no a todo el pueblo". Ahí hay una clave. La construcción de una identidad que ya no depende de listas ni candidaturas, sino de una gramática política que vuelve a enunciarse desde lo colectivo.

La celebración masiva fue también una lectura del momento: se festeja porque se ha sobrevivido a todos los intentos de borramiento. La figura de CFK se vuelve ícono pop, mito en tiempo real. Como Eva, sin necesidad de morirse para volverse bandera.

La Plaza es una clase

Mientras la CGT se replegó y los analistas predecían el fin del ciclo populista, la Plaza se volvió escuela. No sólo de lealtad, sino de politización. Allí donde los algoritmos proponen distracción, la calle produce conversación.

En la marcha del 18 de junio se fundó un nuevo hito. Como el 17 de octubre o el 25 de mayo de 2003. Las fechas no se decretan: se consagran en la práctica. El pueblo que volvió no pide permiso: construye sentido.

La reacción es un modo de futuro

Desde La Reacción lo venimos diciendo: los que creen que la historia se maneja con hashtags o sentencias judiciales entienden poco de Argentina. La reacción no es sólo una crítica al presente, es una apuesta a lo que viene.

Y lo que viene no es un revival, sino una nueva forma de organización política, cultural y afectiva. Una convergencia de generaciones que entienden que la democracia también se defiende bailando. Que el futuro está hecho de recuerdos movilizados.

Cristina no necesita cargos para conducir. Su centralidad hoy no pasa por el Boletín Oficial, sino por el corazón de millones. La historia argentina tiene esas paradojas: cuando la quieren desaparecer, se multiplica. Cuando la quieren callar, canta.

Y cuando la condenan, se vuelve pueblo.

Porque, como dijo ella: vamos a volver. Pero esta vez, con más sabiduría. Porque los pueblos que aprenden a resistir, no solo vuelven. Vuelven mejores.

lo que sigue