Jun 26
Entrevistas
por
La Reacción

¿QUIÉN CERRÓ LA PUERTA DEL BANCO NACIÓN?

El Banco Nación no es una empresa. Es un símbolo.

Y los símbolos, en política, valen más que los balances.

Por eso, el cierre de 60 sucursales —concentrado en zonas rurales, periféricas, silenciosas— no es solo una reestructuración. Es un gesto. Es una declaración de guerra al Estado que aún quedaba de pie.

EL AJUSTE COMO DOGMA

Desde el gobierno lo llaman “Plan Estratégico 2024-2027”. Desde la calle, huele a motosierra.

En nombre de la digitalización, se fusionan oficinas, se reubican trabajadores, se ofrecen jubilaciones anticipadas. Todo sin “despidos”, como si la ausencia forzada fuera un acto de modernización y no de expulsión.

Según el BNA, el 98 % de las operaciones ya son digitales. Perfecto. Pero… ¿quién defiende al 2 % que todavía necesita una ventanilla? ¿Quién garantiza el acceso bancario en pueblos sin internet, donde el banco era más que una caja: era un centro cívico?

LA BANCA PÚBLICA, EN LA MIRA

El gremio La Bancaria no se traga el verso. Señala que no es solo un recorte, sino un plan para licuar el carácter público del Nación.

En paralelo, el decreto 119 de Milei habilita su conversión en sociedad anónima. La Justicia lo frenó, por ahora. Pero el mensaje está claro: abrir la tranquera para privatizar, si no hoy, mañana.

DETRÁS DEL VIDRIO ESMERILADO

Mientras en Mendoza no se cierran sucursales —y hasta se suman cajeros rurales—, la postal nacional es otra: barrios que pierden su única presencia estatal. Jubilados sin asesoramiento. Comercios sin líneas de crédito. Comunidades que quedan al margen del sistema.

Y el relato oficialista, impávido, habla de eficiencia, ahorro, futuro.

Pero cuando el futuro no incluye a todos, se llama exclusión.

CIERRE

Hay gestos que no cierran balances, pero abren heridas.

El vaciamiento del Banco Nación no es contable. Es cultural. Es político. Es ideológico.

Porque cuando el Estado desaparece del mapa, no quedan ciudadanos. Quedan clientes.

Y en ese mundo, la bancarización ya no es un derecho, sino un servicio premium.

La Reacción no vino a contar números. Vino a señalar el hueco que deja el Estado cuando se convierte en saldo.

Y a preguntarse, sin eufemismos:

¿Quién cerró la puerta del Banco Nación?

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